Como si se defendiera de los desconfiados que pudieran pensar que lo suyo ha sido un subirse a la cresta de la ola negra, Camilla Läckberg gusta de repetir la historia de su precocidad con la ficción criminal: a los 4 años, asegura, dibujó un cuento en el que Papá Noel asesinaba a golpes a su esposa. Han transcurrido 31 primaveras suecas desde entonces y aquella inclinación casi innata a matar en la página ha permanecido tan viva que Läckberg se ha convertido en la escritora de género más vendida en su país natal. Entre el finiquito a Mamá Noel y la gloria actual, una evolución recurrente: estudios de marketing, trabajo en una empresa y taller literario del que sale una primera novela que, al ser abrazada con entusiasmo por el mercado, hace realidad el sueño acunado desde la infancia de poder dedicarse a la escritura.
Al igual que su compatriota Åsa Larsson, Läckberg creció en un pueblo del montón (en su caso Fjällbacka, situado en la costa oeste), del que se ha convertido en principal promotora turística al convertirlo en escenario de sus libros (se organizan, cómo no, tours guiados), si bien su vínculo no ha sido lo suficientemente fuerte como para quedarse a vivir en él.
El ciclo negro de Läckberg, que ha vendido sobre los dos millones de ejemplares en su país natal, consta de seis títulos tejidos en torno al matrimonio que conforman la escritora Erica Falck –a la que su “madre” confiesa ir pareciéndosele cada vez más– y el detective Patrik Hedström –moldeado a partir de su ex marido-, cuyos desafíos domésticos y problemas de pareja tienen tanto peso como los asuntos de la sangre derramada. La pareja vino al mundo en La princesa de hielo, donde empezaba por trasladarse a Fjällbacka tras heredar Erica las casas de sus padres recientemente fallecidos. Al igual que en la clásica novela negra inglesa de campiña, el retiro ideal de pájaros trinando, cielos azulísimos y plácido transcurrir de los días no tardaba en difuminarse al aparecer muerta una amiga de la protagonista.
Pesadillas y exorcismos
La confirmación de que aquel refugio costero escondía más peligro que el Miami de Tubs y Crockett llegó con Los gritos del pasado, donde el fiambre de una turista alemana y dos esqueletos arruinaban las vacaciones de la pareja y apuntaban en la dirección de un fanático religioso.
Y ahora aparece Las hijas del frío, donde asoma la Läckberg madre para hablarnos de depresiones posparto y exorcizar la peor pesadilla de toda aquella mujer que haya dado a luz: la muerte de una niña. Fluidas, efectivas y directas al grano, sus novelas resultan bastante neutras y blancas, huyendo de complicaciones, florituras estilísticas y pinceladas turbias para seducir al gran público centrándose en el retrato costumbrista de una pequeña comunidad y en el análisis psicológico de sus miembros particulares. Todo ello nos remite en cierta medida a los culebrones televisivos, por lo que no es de extrañar que algunos títulos hayan sido adaptados a la pequeña pantalla.
La de Läckberg es una presencia doméstica, cercana, y sirvan como prueba las fotografías personales que suele colgar a excelente resolución tanto en el blog de su web (www.camillalackberg.com) como en su página de Flickr. Läckberg, que se declara fan de Elizabeth George y que es autora de un libro de cocina junto a un reputado chef sueco, se pregunta una y otra vez si la persona malvada nace o se hace, y si todos incubamos un asesino en potencia. Hasta que encuentre las respuestas, hay serie para rato.
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